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Diario de viaje

Posted by Vinctum - June 14th, 2011


Diario de viaje, Martes, 14 de junio de 2011

Auto-proclamada, humanidad
¿Soy el único que le ve los cuernos a las ovejas?
El único que no sabe si cuando pastan
Están comiendo carne y sangre o hierba

Auto-proclamado, imperio humano
¿Qué clase de imperio se forma a partir de monstruos?
Que tienen pesadillas consigo mismos
Al llegar la noche y cerrar los ojos

La-le-lu, los niños pueden jugar vigilados por el hombre sobre la luna
Ya que cuando los pobres duermen, los ricos no tienen ni que parpadear

La-le-lu, y los honorables corazones hace mucho que se durmieron
En el momento en que se alzó el telón, y las cuentas se hicieron con dinero y sin honor

¡Hombre de las arenas!, Ciérrame los párpados que no quiero ver más
La verdad me aterroriza, por lo que te pido que me hagas soñar

¡Hombre de las arenas!, Mantente al borde de mi convaleciente persona
Llena mis ojos con arena, y que no se abran nunca más

Proclamados, mártires
Lo que resulta vuestro sacrificio no es inspirador si no solamente triste
Ya que ninguno de vosotros se consideró digno estandarte de causa noble

Auto-proclamados, vengadores
¿Cuando se supone que por fin aprenderéis?
¿Que los que merecen ser vengados son sólo los que viven?

La-le-lu, y el hombre sobre la luna se tapa el rostro con una gran y honda sonrisa
Ya que cuando vuelva a mirar a los niños, los que no pagan se habrán ido de allá

La-le-lu, y el no escucha - no escucha los gritos de los padres
Cuando dan la respuesta incorrecta, a cuanto es el dinero que tienes

¡Hombre de las arenas!, Arranca de mi vista la verdad
La realidad me destroza, así que sácame de ella por la eternidad

¡Hombre de las arenas!, Te invito a pasar la noche en mi casa
A que eches arena sobre mis ojos, para que no se abran ya nunca más

El hambre grita desde esas mejillas hendidas,
la miseria ya tiene miles de nombres en los que es personificada
No puedes imaginar la cantidad de caras que la detallan,
y ya ni hablar de las voces con las que el hambre grita

Las mejillas rosas se quedan muy arriba
en este lugar sólo quedan las que la suciedad volvió negras
Y ya si volvemos la vista atrás podremos ver a nuestra espalda
la cantidad de mejillas blancas color hueso y.. ya basta

¡Hombre de las arenas!, Acaba con mi vida ya
No puedo soportar la verdad, por lo que duérmeme para siempre en la mentira

¡Hombre de las arenas!, Inclínate sobre mi lecho ya
Y echa la cantidad de arena necesaria, para que estos ojos nunca vuelvan a mirar

________

16:53

No, no lo somos..

"No somos los que decidimos qué es una eternidad"

________

20:02

Sus facciones se endurecían en la escasa luz de la calle la cual se veía aún más mermada por la persistente lluvia, la gabardina gris cubría desde su cuello hasta casi sus talones, del interior de su gabardina sacó un encendedor de cuyo color se podría decir que era tan blanco, que hasta parecía despedir luz, y se encendió uno de los cigarrillos que eran últimamente fáciles de obtener, el cual ya esperaba sujeto por sus dientes.

Ligeramente protegido por la lluvia gracias al sombrero de ala ancha el cigarrillo encendió, y tras la primera calada exitosa su dueño cerró el encendedor y se lo guardó en donde lo había sacado, el interior de la gabardina.

Continuó avanzando por el centro de la calle de edificios ennegrecidos y carcomidos por el tiempo, en donde algunas almas agazapadas aún buscaban sin mucho éxito refugio de la lluvia, pedazos de piedra provenientes de muchos de estos edificios eran la parte más detallada de ellos que se podía ver en una noche tan escasamente rota por la luz, y sus relieves aún siendo romos y gastados eran visiblemente intrincados, y complejos.

Pero sus ojos sólo pasaban con cansancio sobre algunas de estas piedras, de las cuales, había visto muchas antes de que perdiesen su brillo, aún firmemente sujetas a la construcción de la que provenían.. las recordaba antes de perder su brillo, todas antes poseían un blanco que casi despedía luz, y que de día, llenaba las calles de una luz proveniente de todos los recovecos de estas.. pero ese color se había perdido mucho antes de que las rocas se rindiesen en su esfuerzo por mantenerse en su lugar, y cayesen al suelo.

Y, de nuevo, la visión del estado de en donde había pasado las primeras épocas de su vida buscó qué carcomer dentro de él, sin encontrar nada.

Tras llegar al final de aquella calle llegó a su destino, una plaza de suelo agrietado, y en el que en algunas zonas faltaban grandes pedazos de las pequeñas y gastadas baldosas que lo formaban, pero también del material que debía haber debajo, lo que solo mostraba grandes agujeros negros. Aquí, era donde más horas había pasado antes de continuar con los juegos de sus padres, pensaba. Y aquí, donde comenzó a hacerlo, era donde iba a dejar de jugar.

Abriéndose la gabardina con la lentitud que provocan unas manos frías y caladas por la lluvia la dejó caer, extendiendo lo que antes había hecho que rodease su cuerpo para ocultarse bajo la prenda caída.

Si una figura avanzando por la noche por esa calle muerta había colocado siluetas en los huecos de los que hacía mucho que se habían caído marcos y cristales, el que esa extendiese dos grandes alas hizo que los que aún tratasen de dormir en las casas que rodeaban esa plaza fuesen alertados por quienes habían renunciado a tratar de hacerlo mientras el agua aún cayese sobre ellos por las numerosas grietas de los suelos de los edificios.

Tras una última calada, en la que cerró los ojos mientras extendía unas alas de cuyo plumaje salían destellos de luz capaces de iluminar ligeramente la plaza, se inclinó hacia delante, cayéndosele el sombrero al suelo a la vez que doblaba las alas ante si para acercárselas a las manos del lado opuesto del cuerpo del que salían, y una vez sujetas, lo más firmemente y cerca de la base que podía, dio otra calada.

En cuanto el humo de esta inundó sus pulmones, tiró con todas sus fuerzas de algo que sólo le era permitido conservar tras el nacimiento a los residentes del círculo superior de la ciudad de los cielos, y con un grito no ahogado ni un ápice por el humo se desgarró carne y hueso, hasta tener sujetas por sus manos, colgantes de estas, ambas alas.

Jadeando con el rostro aún inclinado hacia delante y aún mostrando los dientes en una mueca a causa del dolor, soltó las alas, que cayeron pesadas al suelo.

Con el equilibrio en gran parte perdido por la sangre que no dejaba de manar de las dos profundas heridas en su espalda, avanzó inexpresivo, con paso tambaleante hasta uno de los mayores agujeros en el suelo de la plaza, y dejándose caer en este, comenzó a caer.

Y aún sintiendo el cigarrillo entre sus labios cuando abrió los ojos por unos últimos instantes antes de ceder a la sangre perdida, observó la ciudad de los cielos alejarse a lo alto mientras él caía.


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